Los guantes son algo muy importante aquí en el norte: se
pierde, si no, sensibilidad en las yemas que no te tocan y comprueban que estas
lejos.
Un buen forro polar ayuda mucho a mantener calientes los
pulmones donde guardo el aire que un día fue tuyo y aun huele a tu colonia y a
nostalgia.
Las gafas, cuando nieva, fundamentales pues los tantos
rayos reflejados por el blanco pueden dañar la retina donde está grabada tu
silueta a golpes de martillo en el cincel.
Pero sin duda, lo más importante es un gorro que proteja
la memoria con los restos que en ella dejaste, que el frío los resquebraja y
perjudica seriamente.
Las partes descubiertas se congelan fácilmente y se
conservan casi intactas, como el amor, atrapado tanto tiempo a la intemperie
del invierno.
Sin embargo, uno se da cuenta tarde de taparse, cuando ya
le cubre la escarcha y cuestan más los movimientos en la mente entumecida.
Hasta que no sale el sol de nuevo y trae el deshielo no
se recupera el ritmo ni el desasosiego por completo, largos meses sometidos a
temperaturas bajo cero.
Vaya, tratando de
avisarme de cómo hacer para soportar mejor las condiciones climáticas adversas
he terminado confundiendo los términos tú y salud a veces tan parecidos... Debo
de estar sufriendo los estragos de que hablo.
Al grano, que hay que abrigarse bien a tiempo.