Me dan miedo los lunes por la mañana y el café sin cigarro,
sólo, aunque con leche.
Me dan miedo las avenidas anchas, de más de dos carriles, las
prisas sin saludo, el metro, tan pocas personas, solo gente.
Me da miedo este ir y venir de las palabras cuando no sirven
de nada, el titubeo constante y como decirte que te quiero en veinte líneas.
Me da miedo escribir amor con cuatro letras, por si cometo
faltas de ortografía, que creo recordar que tu nombre tiene alguna más.
Me dan miedo las ocho horas, las mesas con pantalla, los
trajes, las reuniones y las voces en off: “pasajeros del tren destino a sus
deseos, este ha efectuado su salida hace ya mucho y ya no vuelve”
Me dan miedo las distancias insalvables que se miden en
aviones, o en años, el “qué hubiera pasado si” y el “¿por qué no?” cuando es que
no.
Me da miedo verte en quince años de la mano del arraigo, las
campanas de tu boda, el por los viejos tiempos, el viva los novios.
Me da miedo poder no acabar este poema, lo que callo, lo que
escribo, que lo leas, el qué pasaría si lo leyeras, el mejor no sigo, el que te
vayas.